Pablo Sebastián Romano
San Nicolás de Los Arroyos, ciudad ubicada al norte de la provincia de Buenos Aires, ocupa un lugar neurálgico en el cordón industrial nacional. Con 150.000 habitantes y un movimiento constante, la ciudad se ha convertido en una de las localidades más importantes del norte de la provincia producto de la gran cantidad de empresas que se han instalado y del puerto que posee.
Ciudad industrial por excelencia, en las últimas dos décadas ha presentado un movimiento socioantropológico notable. Pasó de ser la comunidad del acero a ser la comunidad de María. Antes, contaba con la ex SOMISA y varias industrias siderúrgicas y hoy, tras la aparición de la Virgen del Rosario, es uno de los centros religiosos más importantes del Sudamérica.
La ciudad es extraña. Cuenta con mucha población, pero pocos citadinos. Los habitantes sienten poco amor por su lugar y lo hacen evidente a diario. Es una comunidad cerrada, los accesos a la ciudad están muy descuidados, como si quisieran que nadie ingrese.
Comienzo a recorrerla para comparar el presente con el pasado que observé hace varios años atrás, cuando lo visité para escribir sobre la privatización de la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina. Es notable la expansión demográfica que ha tenido en dos zonas muy puntuales de la ciudad. Una en la zona norte, donde se encuentra el Santuario de la Virgen. La otra es en la zona sur, donde se encuentra el puerto. Y es aquí donde voy a centrar mi relato.
Zona de casas bajas y gente laboriosa, es sumamente llamativa la cantidad de nuevas empresas que se han asentado en los al rededores del puerto local. Recuerdo que en mi anterior visita, este lugar estaba entre grandes descampados y una inmensa arboleda. Hoy nada de eso existe. Los grandes depósitos se han adueñado del lugar y ese hermoso pulmón natural ha sido reducido a su mínima expresión.
Aprovecho mi estadía en San Nicolás y voy a visitar a un viejo conocido: Gabriel Godoy. Es él quien me introduce más en la triste realidad que padecen. “En el 2002 un grupo de vecinos nos reunimos para hablar sobre el tema del agua, pero nos encontramos con un problema más grave: un cambio en la zonificación de nuestros barrios, dejamos de ser barrios residencial y comercial para ser zona portuaria”, comenta Gabriel.
La historia es así, en 1989 Honorable Concejo Deliberante se sancionó la ordenanza 2590/89 que asignaba a cada zona de la ciudad una zonificación específica con un uso específico. Y en los lugares que se habían señalados como habitables (los barrios) se les otorgó cierta protección. Es decir que en cada barrio no podía haber industrias y en las zonas industriales no podía haber casas, que fue modificada por la Ordenanza 3081
“Este cambio en la ordenanza permitió que se instalen distintas industrias en la zona comprendida entre calle Ponce de León y el Arroyo Ramallo, y el Río Paraná hasta Avenida Savio. Pero por suerte nuestras distintas protestas tuvieron eco en la sociedad y pudimos frenar la modificación en la ordenanza, pero no pudimos detener el avance de las empresas multinacionales que querían operar en el puerto”, cuenta con dolor Gabriel.
El daño en el ecosistema es evidente. Desde la deforestación de la zona afectada, hasta algunos peces muertos que han aparecido en las orillas del Río Paraná. Es que la basura que arrojan algunas industrias, en especial las que trabajan con fertilizantes, sedimenta y cae al fondo del río. Esto es comido por los peces que luego fallecen por intoxicación.
Y los humanos no están ajenos a este padecer. Tanto los trabajadores como los vecinos de esta zona sufren problemas de alergia que afecta principalmente la vista y los pulmones. Y, lo más triste de todo, es que en los últimos años ha crecido considerablemente la cantidad de gente de estos barrios que padece distintos tipos de cáncer.
Las protestas de los vecinos han sido variadas. Se realizaron distintas marchas, panfleteadas, publicaciones en los medios, presentaciones en el Concejo deliberante local y hasta una misiva dirigida muy particular que el Presidente del Barrio Plastiversal escribió dirigida a aquel que trabaja en alguna de estas empresas y que sabiendo el mal que ocasiona lo hace igual.
Desde el Municipio se desentienden del tema, o a lo sumo lo reconocen en parte y se excusan diciendo que desde la Secretaría de Medio Ambiente están monitoreando todo lo que respecta a este problema que tanto afecta al ecosistema.
Y en los medios pocas novedades se han publicado, salvo en hechos muy puntuales.
En auto, al puerto se llega por calle Bogado. Varias cuadras antes ya se observan las fábricas, primero está Yara, le sigue Fertimport y por último AgroGreen. Todas ellas tienen varios galpones que se utilizan para acopiar fertilizantes. Sobre calle Rivadavia (corre paralela al Río) está el grueso de las empresa. Desde AES Paraná (que se dedica a producir energía) hasta Casport, se visualizan varios asentamientos que funcionan de depósitos.
Hago una última recorrida a la ciudad. Paseo por la zona del Santuario y voy una vez más a la zona sur. Paso a saludar a Gabriel y su familia y tomo la Ruta 188 en dirección a mi destino. Cumplí con mi promesa de volver a visitar San Nicolás y ahora espero poder cumplir con nueva promesa, hacer algo para que esta situación cambie…
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